Colgados alrededor del cuello
Llevo similitudes y virginidades.
Tengo tatuado en la frente
Mil religiones.
No olvido los rezos ni las canciones
De todo aquello que adoramos
Al crecer.
Supe amar,
Siempre que el perdón y el recuerdo de este
No fuera tan solo un simple rincón
Que llené con telarañas y el polvo
De mi alma en desuso.
Me gustaría hablarte de un dios compasivo.
¡Pero mira la hora!
Se ha hecho tarde,
La sangre viril y mártir
Se coagula.
En venas que corren por las calles.
Pecan, para que nosotros no tengamos.
De sus santidades,
Dibujaremos entre las líneas,
Del cuaderno de un niño; congregaciones.
Alzamos estridentes alabanzas
Que encenderán un recuerdo pasajero
En la sutileza decimal
De nuestras neuronas.
La fe embriaga cuerpos
Pero no espíritus.
Calmará el dolor
Pero abre la herida
Infla egos y pinta sonrisas,
Aunque al final,
Nos arrastremos
Sobre las montañas de polvo y arena.
Caminaré entonces, yo al frente,
Con tobillos alados
Mil cien niños a mis espaldas.
Los dirigiré sobre tierras
Hechas fértil, por medio de guerras, debilidades.
Solo cruzarán los mares,
Que puedan beber en mi nombre
Y solo comerán el cuerpo,
Mientras yo tenga vida.
Llenaré de ritos sus libros.
De celebraciones insectinas,
Serán socorridos
Sobre el lecho de muerte
Para que alcancen otro cielo
Más verde,
Otro universo de estrellados
Crayones y matices
De negro, de fieras
Que se alimentan en pastizales
De fantasmas que recorren
De rodillas los senderos
Hacia el río.
Llegaremos, algún día.
Será de noche,
La luna brillará amarilla,
Como cansada,
Mientras el puñal ajeno
A mis carnes
Alimenta las naciones
Y en sus gritos de oraciones
Me llamarán padre.